Cuando se difunde la noticia de que un
automóvil clásico ha sido vendido por 10 o 20 millones de euros mucha
gente se lleva las manos a la cabeza. Es cierto que como capricho es
algo caro, pero también es verdad que puede ser una inversión. Hay
varias razones que explican el constante aumento en la cotización de
algunos coches. La primera es que para que la demanda de coches o de
arte crezca debe haber por ahí gente ganando mucho dinero. Eso no es un
problema, como refleja el Informe sobre la riqueza mundial de 2012 elaborado con Capgemini y RBC Wealth Management.
El número de ricos –personas con un
millón de dólares o más disponibles para invertir– ha ido aumentando
ligeramente desde 2008 y, en 2011, alcanzó los 11 millones. El mayor
incremento se produce en China, pero todavía la concentración de riqueza
es mayor en EE UU, Japón y Alemania.
La segunda razón es más simple todavía. Cada vez hay más millonarios, pero los Ferrari de los años sesenta son siempre los mismos. Es la ley de la oferta y la demanda. En 1987 se subastó en Londres un Bugatti
Royale por 5,5 millones de libras –1.130 millones de pesetas de
entonces–, y el récord se mantuvo durante más de dos décadas. Pero desde
2008, cada año se supera el récord del anterior, y el protagonista es
siempre un Ferrari.
Según el experto en clásicos Simon
Kidston, la valorización del 250 GT LWB California subastado en Villa
d’Este (Italia) en junio de 2011 por 2,52 millones de euros ha
evolucionado así: en 1999 se vendió por 395.000, en 2003 cambió de manos
por 850.000, y en 2009 alcanzó 1.975.000 dólares. La versión más
valorada del 250 GT California es el SWB (Short Wheel Base, batalla
corta), y por eso lo hemos elegido para ilustrar este reportaje. El
coche de las fotos será subastado el próximo 17 de agosto por la casa RM
en Monterrey (California), junto al resto de modelos que hemos incluido
en estas páginas.
En 2008 un 250 GT California SWB –se
hicieron 56– que perteneció al actor James Coburn se vendió por siete
millones de euros, aunque las previsiones eran de que alcanzaría entre
tres y cuatro millones. Hoy ya se da por hecho que su valor ronda los
ocho millones. Con el precio que alcanzan estos deportivos muchos
mecánicos restauradores podrían tener la tentación de hacer copias
exactas, marcarlas con el número de chasis de alguna unidad desaparecida
y ponerlas en el mercado. Para evitarlo, la división Ferrari Classiche
se encarga de entregar certificados de autenticidad, requisito
imprescindible en transacciones con muchos ceros.
El Ferrari más buscado sigue siendo el 250 GTO
(1962-1964), del que se hicieron 36 unidades. Entre sus propietarios
están el modisto Ralph Lauren, el propietario de la firma de maquinaria
JCB sir Antony Bamford –que tiene dos–, el ex presidente de Microsoft,
Jon Shirley, o el batería de Pink Floyd, Nick Mason.
El pasado 1 de junio Bloomberg
informó de que un GTO de 1962 había sido vendido por 35 millones de
dólares, lo que le convertiría en el automóvil más caro hasta la fecha.
Según las mismas fuentes, el vendedor fue un holandés, y como comprador
aparece Craig McCaw, cofundador de McCaw Cellular,
empresa vendida a AT&T en 1993 por 11.500 millones de dólares.
También recuerdan que un Testarossa de 1958 que ganó las 24 Horas de Le
Mans en 1958 ha sido vendido recientemente por 25 millones de dólares.
En todos los casos se trata de transacciones privadas, de modo que es
difícil verificar las cifras. Tanto al vendedor como al comprador les
interesa inflarlas.
El coche más caro vendido públicamente
en subasta es un Ferrari 250 Testarossa de 1957, que alcanzó 11,66
millones de euros el año pasado. En mayo de 2010 el diario Wall Street Journal
publicó que el Museo Mullin de Oxnard (California) habría pagado entre
30 y 40 millones de euros por un Bugatti 57 SC Atlantic de 1936.
La revisión de un coche clásico de superlujo cuesta más de 5.000 euros y el consumo supera los 20 litros
Estas cifras mareantes no implican que
cualquier Ferrari suponga una buena inversión. De hecho, los modelos de
la gama actual se devalúan del mismo modo que lo haría un Toyota.
Solo los modelos de producción limitada mejoran su cotización. Es el
caso del F40 (1987), F50 (1995) o Enzo. Este último costaba 600.000 €
cuando fue lanzado en 2002, sólo se hicieron 400 y ahora ronda el
millón. Hay coches que costaban más de 30 millones de pesetas en 1996
(550 Maranello) y hoy se pueden encontrar por 50.000 €.
Suponen toda una tentación, pero si
resultan asequibles es porque cada revisión cuesta unos 5.000 euros y su
consumo supera los 20 l/100 km… Eso sí, cuando lo uses lo disfrutarás
mucho más que esos que pagan 10 millones por un coche y no lo conducen
jamás.
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